UNA manifestación del libre albedrío del ser humano es la capacidad para ejecutar cualquier tarea, en casa o en el curro, más deprisa o más despacio. Hacer algo rápida o lentamente es una elección personal.
Como la vida moderna nos induce a la rapidez, yo tiendo a la lentitud. Para compensar.
No lo hago por pereza. Y creo que, après tout, no soy menos productivo que los que andan como pollos sin cabeza, por esos curros del mundo, proclamando que tienen más trabajo que el mecánico de un transformer.
La denominada “productividad personal” surge del miedo. Del miedo a ser sustituido por otro trabajador (humano o robótico) más productivo. Es de una lógica (capitalista) aplastante: más producto al mismo coste promete más beneficio.
Pero claro, las personas “súper productivas” o “altamente efectivas” (almas de cántaro) tienen que pagar un precio. En realidad son varios precios, pero el que a mí me preocupa más (y ya no estoy dispuesto a pagar) es el estrés. Puro veneno que desencadena un montón de problemas físicos y mentales. De las metodologías de gestión del tiempo y productividad personal más populares, solo me convence GTD (Getting Things Done), porque se focaliza precisamente en reducir el estrés. Tal vez dedique un futuro palike a GTD.
Evitar el estrés es la primera razón por la que practico la lentitud. O, mejor dicho, la no rapidez.
La segunda razón tiene que ver con la percepción del tiempo. La no rapidez permite apreciar y disfrutar el presente, el único momento que importa, que realmente “se vive”. Puede comprenderse esta idea pensando en los niños. Vivir el presente significa, como hacen los niños, prestar atención plena a lo que se está haciendo. Y la atención plena permite hacer las cosas bien a la primera, motivo por el que pienso, como decía antes, que la lentitud no implica menor productividad.
Otros beneficios que observo de la lentitud:
– Comer: Es más sano comer despacio, masticando bien. Y se disfruta más.
– Beber (alcohol): Es más sano beber despacio, porque se bebe menos. Salvo que se tenga otro objetivo, también se disfruta más.
– Leer: Nunca me ha gustado el rollo ese de las técnicas de lectura rápida o lo de leer en diagonal. Parece que la peña no quiere leer, sino quiere haber leído (para después contarlo). El colmo del postureo cultural es pedirle a la típica IA que te haga un resumen (breve) del libro.
– Conducir: La física indica que la energía cinética aumenta con el cuadrado de la velocidad. Ahí lo dejo.
Desde luego, esto de la lentitud tiene sus matices y excepciones. Por ejemplo, a veces camino rápido, como M. Rajoy, a modo de entrenamiento. Pero mi propuesta es que, para una vida más feliz, la rapidez sea la excepción y la lentitud, la regla.