EL CIELO es el gran foco de atención en Semana Santa. No por ser el lugar donde reside Dios, sino donde se originan los fenómenos meteorológicos, concretamente, la lluvia.
Algunos, los más, temen por sus minivacaciones en la playa o la montaña. Otros se preocupan por la procesión de su barrio o pueblo, no se vaya a mojar (la imagen de) la virgen o santo de turno. Aunque este problema está bastante mitigado por el calentamiento global y el descenso de la pluviosidad, a veces llueve con más violencia que antes.
Hace años propuse una solución para este segundo grupo de personas preocupadas por la meteorología pascual: utilizar réplicas de las imágenes en lugar de las originales, que permanecerían a resguardo en iglesias y capillas. Así evitaríamos el disgusto de tener que suspender las procesiones por la lluvia y las consiguientes (y desconsoladas) lágrimas de la grey.
Supongo que a los devotos de hermandades, cofradías y público en general no les importará pasear por las calles una imagen de plástico (impresa en 3D, por ejemplo) idéntica e indistinguible a simple vista de la original, porque entiendo que no veneran a la imagen en sí, sino a lo que representa, ¿verdad? Hablando en plata, que tanto da un trozo de madera que de plástico.
No solo tendría la ventaja de ser resistente al agua, sino que también sería más ligera, cuestión para nada baladí, dado que la rueda (uno de los inventos estelares de la humanidad) todavía no ha sido adoptada por la Iglesia Católica. (Supongo que esto se debe al “no pain, no sky”, pero no quiero meterme en berenjenales).
Ahí queda mi propuesta. De nada.