Las tribulaciones de Juan Sin Tierra

#118 El último verso

ANTONIO tiene sesenta y tres años y está enfermo. Espera bajo la lluvia, junto a su madre octogenaria, entre la multitud que se agolpa en la frontera. Está cerrada porque los franceses temen una avalancha de refugiados. Es el mes de enero y hace mucho frío.

Antonio y su madre consiguen pasar. Se instalan en una pensión de un pequeño pueblo costero. Las casitas en calma contrastan con el horror que han dejado atrás. “¡Si pudiera vivir detrás de una de estas ventanas, libre de todas las preocupaciones!”

No ha pasado ni un mes desde su llegada cuando su estado empeora y fallece. Su madre solo le sobrevive tres días.

Poco después, alguien encuentra un papelito en un bolsillo del abrigo de Antonio. Tiene escritas estas palabras: “Estos días azules y este sol de la infancia”.

Con esas palabras termina el libro que siempre, desde los doce años, me acompaña. (A lo mejor desde los catorce, pero ya se sabe que me gusta el número doce). Un libro forrado en plástico, como se hacía antes con los que te mandaban en el colegio. Un libro comprado en una librería que ya no existe. Un libro con el último verso del poeta.

Un libro que fue el sol de mi infancia. De mis días azules.


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