CUANDO mi hijo era pequeño, le gustaban los robots. Así que, como buenos padres paletos*, lo apuntamos a clases de robótica.
Las clases consistían en montar los cacharros con piezas de Lego y luego programarlos. El rollo no le gustó demasiado, al poco tiempo perdió el interés y dejó de ir.
Ahora creo haber comprendido el motivo: le gustaban los robots como criaturas, no como tecnología.
Esta visión no me parece para nada un disparate. Si los robots fueran capaces de fabricarse a sí mismos y aprender unos de otros (cosa que ya podría ocurrir o está a la vuelta de la esquina), no se me ocurre ninguna razón para no considerarlos formas de vida. Lo de las emociones y bla, bla, bla, no me parece un obstáculo: son programables.
Esto no significa que los robots-criatura sean más guays que los robots-tecnología. A mí me da bastante miedo cualquier robot. Como tenemos la manía de usar las cosas para el mal, ya me estoy imaginando a los prototipos de Boston Dynamics como policías o soldados o queriendo conquistar el mundo.

*Padres y madres que queremos hijos sobrehumanos: que saquen buenas notas, hablen otro idioma, craquicen en algún deporte, toquen el piano (o el violín), aprendan robótica… y que sean simpáticos y saluden a la gente. Es decir, que, en lugar de hijos, queremos robots.