ME GUSTA que algunas cosas se sigan contando por docenas, como los huevos y los jabalíes*.
Siempre que puedo, cuento por docenas y sus derivados: medias docenas, tercios de docena, cuartos de docena, sextos de docena, doceavos de docena y todas sus combinaciones, por ejemplo, dos docenas o una docena y un cuarto.
Según la teoría de números, que popularizó Hroswitha de Gandersheim (935-973), el doce es un número “abundante”, porque la suma de sus factores es mayor que el propio número: 6 + 4 + 3 + 2 +1 = 16 > 12.
Cuando sucede lo contrario y la suma de los factores es menor que el número, éste se denomina “deficiente”, como el ocho: 4 + 2 + 1 = 7 < 8.
Y después están los números “perfectos”, cuando la suma de sus factores es igual al propio número. Por ejemplo, el seis (media docena): 3 + 2 + 1 = 6. Otros números perfectos son el 28 (dos docenas y un tercio), el 496 (41 docenas y un tercio) y el 8128 (677 docenas y un tercio).
Dejando a un lado la teoría de números, el idioma que para mí tiene la palabra más elegante y redonda para un conjunto de doce unidades es el gallego: ducia. Me gusta más que docena y que dozen, douzaine, dozzina, dotzena o dozena (inglés, francés, italiano, catalán y euskera, respectivamente).
* Ver Astérix y el caldero (aunque por redondear acabaron vendiendo catorce jabalíes por el precio de una ducia**).
** ¿A que suena genial?