LOS RELOJES de los campanarios eran útiles cuando la gente no tenía relojes en sus casas (ni en sus bolsillos ni en sus muñecas), pero me pregunto cómo los ponían en hora. Solo se me ocurre que fuera por métodos astronómicos, aunque nunca he oído hablar de ese oficio. Tal vez lo hacían marinos.
Antes de la aparición de los relojes mecánicos, digamos, por ejemplo, en la Edad Media (una de mis épocas favoritas injustamente tachada de oscura), la gente usaba relojes de sol y no contaba las horas como ahora. El sistema medieval (occidental) era una adaptación del antiguo sistema romano al cristianismo: las horas indicaban los momentos de los oficios religiosos, motivo por el que se las denominaba “horas canónicas”.
Las horas diurnas eran las siguientes: prima, al inicio del día; tercia, a media mañana; sexta, al mediodía; nona, a media tarde; y vísperas, antes de la puesta del sol.
Y las nocturnas eran: completas, después de oscurecer; maitines, a media noche; y laude, antes del amanecer. Se medían con una clepsidra (reloj de agua) o simplemente se estimaban a ojo de buen cubero.
Este sistema no era demasiado exacto y variaba con la época del año, según la duración del día y la noche, pero la gente no necesitaba más y era feliz. O tal vez no lo era, pero seguramente no por esta causa. Me parece, por el contrario, que existe una relación directa entre la exactitud en medir el tiempo y la infelicidad. A mayor exactitud, más estrés y más infelicidad.
Propongo la vuelta inmediata al sistema de horas canónicas. Pero sin oficios religiosos.