SIMPLIFICANDO mucho, el transhumanismo es un movimiento que aspira a la superación de las actuales limitaciones humanas mediante la aplicación de la tecnología, con el objetivo último de la inmortalidad.
La forma clásica de intentarlo es incorporar tecnología al cuerpo, dando lugar a un organismo cibernético o cíborg. El diccionario de la RAE (nunca dejará de sorprenderme lo que se puede encontrar en el diccionario) lo define escuetamente: «ser formado por materia viva y dispositivos electrónicos».
Con esta definición, un perro con chip sería un cíborg, pero la gracia está en que los dispositivos cibernéticos sirvan para mejorar las capacidades de la parte orgánica, que no sería el caso. Bueno, y con este ejemplo he extendido el concepto de transhumanismo al «transanimalismo» o como lo queramos llamar. Un ejemplo humano sería una persona con un marcapasos. Desde esta perspectiva transhumanista simplificada, tampoco sería un cíborg, porque el dispositivo le resulta necesario para mantenerse con vida pero no mejora sus capacidades.
Total, que un cíborg humano sería una especie de «súper humano» o «humano aumentado» gracias a la tecnología. Un híbrido a medio camino entre el humano «bio» de toda la vida y un robot al que se le ha transferido una conciencia humana. Y por lo visto hay bastante gente interesada en iniciar su transformación en cíborg. Leo en la Wikipedia que existe una organización, la Cyborg Foundation, dedicada a ayudar a los humanos que quieren convertirse en cíborgs, defender sus derechos y tal.
Lo de convertirse en cíborg parece muy loco, pero se me ocurre que en realidad ya todos somos cíborgs por culpa del (o gracias al) teléfono móvil llamado inteligente. Claro que a esto se le pueden poner dos objeciones principales:
La primera es que el móvil no está integrado en el cuerpo. Esto es técnicamente cierto, pero no me parece relevante. Hay estudios que indican que la mayoría de la gente no se separa del móvil más de un metro en casi ningún momento del día, así que es casi lo mismo. Se ha convertido en una auténtica extensión de la persona.
La segunda objeción podría ser que el móvil no mejora nuestras capacidades, sino que, por el contrario, nos «atonta» cada vez más. Es cierto que provoca ansiedad, crea adicción, resta capacidad de concentración y un largo etcétera, pero es indudable que, en combinación con ciertos servicios de internet, sí aporta mejoras importantes para los aspirantes a cíborgs. Dejando a un lado las ventajas más obvias, como la capacidad de comunicación y de acceso a la información (no sé por qué los seguimos llamando «teléfonos»), los móviles son un segundo cerebro, un sistema de monitorización de la salud (esto también tiene su lado oscuro) y muchas cosas más.
Mi conclusión es que (casi) todos, seamos conscientes o no, ya somos cíborgs. No me gusta un pelo, porque me parece que hay vías de mejora mucho más gratificantes y efectivas (aunque no nos hagan inmortales) que incorporar tecnología. Por ejemplo, hacer ejercicio, evitar el estrés, comer mejor, dormir mejor y socializar más. Supongo que esta mejoras no tecnológicas les parecen insuficientes a los cíborgs transhumanistas. O a lo mejor les da pereza.