EN UNA acera de la ciudad, junto a una fila de árboles, veo unos agujeros conectados con unas mangueras negras, todo rodeado con una valla metálica. En la valla hay un cartel explicativo del servicio municipal de parques y jardines. Se trata de «pozos de infiltración» con los que «se pretende incrementar la aportación de agua para mejorar las condiciones del sistema radicular» de los árboles y, por tanto, «mejorar su estado hídrico». Hablando en plata, hacer agujeros en el p… asfalto que rodea a los pobres árboles y poder echarles más agua, para que no se sequen. Lo que viene a ser el regar de toda la vida.

El cartel informa, muy oportunamente, que los árboles «tienen un gran valor ecológico y aportan importantes servicios ecosistémicos, los cuales juegan un papel determinante en la salud de la ciudadanía». Razón no les falta a los eruditos municipales: dejando a un lado lo del oxígeno y el dióxido de carbono y tal, el servicio ecosistémico de los árboles que más me gusta es la sombra.

No solo me he quedado muy contento de saber que el ayuntamiento vela por nuestra salud favoreciendo los servicios ecosistémicos de los árboles, gracias a la mejora de su sistema radicular y estado hídrico, haciendo pozos de infiltración en las aceras de la ciudad, sino que me he dado cuenta de lo terriblemente anticuada que es mi forma de hablar.

Ya nunca volveré a pedir una caña en la terraza del bar. Pediré un incremento en la aportación de cerveza para mejorar las condiciones de mi sistema digestivo y mejorar mi estado hídrico y, si aprieta el sol, solicitaré un servicio ecosistémico de toldo o sombrilla.