REGRESO en taxi de una cena. El taxista me cuenta que trabajó de guardia de seguridad en un campo de fútbol. (No tiene pinta, es más bien bajito y regordete).
Me explica que los aficionados llevaban bolas de acero escondidas en los bocadillos, para lanzarlas con tiragomas. Expreso mi sorpresa y reprobación mediante un sonido inarticulado.
Me resulta curioso que el bocadillo no haya perdido su tradicional función de escondite para burlar los controles de seguridad.
