ESTOY en el servicio de caballeros del aeropuerto. Entra una señora y se pone a mi lado a lavarse las manos. La miro sorprendido pero ella ni se inmuta. Me imagino que va de listilla porque había cola en el servicio de señoras.
“¿Qué diría usted si yo entro en el baño de señoras?”, le suelto.
“Supondría que se había equivocado y no le diría nada”, me contesta tan tranquila.
Me encojo de hombros y salgo. Entonces me doy cuenta de que era yo el equivocado y me había metido en el servicio de señoras.
Bueno, en realidad el final de esta historia es falso, pero es que el auténtico era más aburrido: era el servicio de caballeros y me fui sin decirle nada (no sé si se equivocó o iba de listilla).