HE ESTADO varios días pateando una ciudad (casi) desconocida para mí, con la única ayuda de un plano de papel, en lugar de la aplicación de mapas y el GPS del móvil.
La conclusión es que me oriento mucho mejor de esta forma. Tal vez porque el plano de papel es mucho más grande que la pantalla del móvil y la visión de conjunto, en la que destacan con claridad ciertas referencias, me permite situarme de forma casi instantánea (es la llamada “sinergia espacial”, un mapa no se lee, se percibe como un cuadro). O tal vez porque soy un jurásico mal adaptado a las (ya no tan) nuevas tecnologías.
No voy caminando con el plano abierto, sino lo consulto en alguna esquina, tras el último trayecto de dos o tres calles, giros o cruces, que memoricé en la consulta anterior. Una cuestión fundamental es captar la escala del plano en relación a las dimensiones de la ciudad y el ritmo de pateo. Cuando tengo que recorrer una calle larga hasta el final, sin preocuparme de los cruces, disfruto plenamente de la contemplación de la ciudad (los edificios, las tiendas, la gente).
En una esquina observo una pareja que intenta orientarse con el móvil: lo giran, amplían la imagen, lo vuelven a girar (el plano cambia de orientación en la pantalla y se despistan), discuten, caminan un poco, vuelven sobre sus pasos, activan la navegación y la voz enlatada les da una indicación que los confunde (no sé por qué, esto casi nunca pasa conduciendo).
Paso a su lado con la despreocupación de un lugareño, gracias al pequeño plano de papel que llevo cuidadosamente doblado en el bolsillo (con la práctica he desarrollado una habilidad especial para desplegarlo por la parte que me interesa, echarle un vistazo y volverlo a doblar).
Navego (camino) por referencias, no me fijo en los puntos cardinales, a pesar de que la palabra “orientación” viene de “oriente” (este), porque los árabes dibujaban sus mapas con el este (oriente) en la parte superior de la hoja. Ahora el convenio es orientarlos al norte (si se me permite esta expresión imposible), aunque los planos turísticos y callejeros generalmente se encajan en la hoja como más convenga, según la forma de la zona a representar y la escala. Bueno, ahora que lo pienso, en realidad siempre estoy algo “orientado”, porque estoy pendiente del sol para buscar la sombra.
Un contra (por decirlo todo): el principal enemigo de los planos de papel es la presbicia.
