UN DRON sobrevuela la playa. No por encima de la gente, sino sobre el agua.
Dos gaviotas lo siguen chillando. Por un momento parece que van a precipitarse sobre él, pero no se deciden.
El dron no se inmuta y sigue velando por nuestra seguridad con su cámara de alta resolución, que para eso estamos en una smart city (con un programa de smart tourism y un subprograma de smart security).
Las gaviotas dejan de acosar al intruso cuando se ha alejado lo suficiente.
Los smart tourists asentimos satisfechos (nos sentimos más seguros) y continuamos tostándonos al sol (bueno, los verdaderamente smart hace rato que están en el chiringuito).