HOY EN día se da por sentado que los textos escritos son más fiables que la tradición oral, porque el “boca a oreja” distorsiona inevitablemente el mensaje.
Pero esto no siempre ha sido así. En el siglo II, Papías, obispo de Hierápolis y presunto discípulo de san Juan apóstol, cuenta que escribió su Explicaciones de los dichos del Señor a partir “de todas las noticias que aprendí un día y muy bien guardé en mi memoria, de cuya verdad estoy seguro. Porque no pensaba yo que los libros pudiesen servirme de tanto provecho como lo que viene de la palabra viva y permanente”.
Tal vez al bueno de Papías le parecía que “el papel lo aguanta todo” y se fiaba más del testimonio directo de personas (re)conocidas.
Lo paradójico es que, a partir de esa palabra “viva y permanente”, escribió un libro.