EL CINE, como todo arte, es un simple divertimento.
Pero en ocasiones es también una fuente de información primaria para la peña (yo incluido) sobre muchos temas. Quicir que, a veces, lo que sabemos sobre algo, lo sabemos casi exclusivamente por las películas.
Casi nadie cree que superman podía volar o volverse irreconocible al ponerse unas gafas, pero hay encuestas que revelan que mucha basca piensa que los dinosaurios convivieron con los humanos, que los cavernícolas eran blancos, despeinados y camorristas, o que la Edad Media era una época oscura (cultural y lumínicamente hablando).
La culpa es mayormente de nuestros amigos estadounidenses, porque su industria del cine jolivudiense es precisamente eso, una industria. Y los consumidores, por efecto de la globalización, somos todos los sapiens del redondeta. Los estadounidenses tienen dos problemas (perdón por generalizar) que los hace poco recomendables para ejercer el colonialismo cultural: que se creen el ombligo del mundo, a lo mejor con razón, y que les gusta más el dinero que comer con los dedos. (Estaba a punto de escribir que tenían tres problemas y el tercero era que de cultura andan regular, pero tampoco quiero pasarme de fistro).
De los tres ejemplos anteriores de misconception, dinosaurios, cavernícolas y medioevo, centrémonos un instante en el último. Me parto la caja con las películas sobre la Edad Media donde siempre el cielo está nublado y el suelo embarrado. Digo yo que también habría días de sol, verdes praderas, olorosas flores, coloridas mariposas y alegres pajarillos. Desde luego, los espectadores (y los guionistas) ya vienen condicionados por lo que les enseñaron en la escuela: un bárbaro paréntesis entre la Antigüedad Clásica (lo clásico es culto y guay) y el Renacimiento (vuelta a lo guay). Yo lo veo más como una evolución natural basada en los principios de «continuidad espacial» y «continuidad cultural». Los bárbaros no eran tan bárbaros, ni los clásicos y los renacidos tan inbárbaros.
Tengo un amigo que vive en una casa medieval. Está adaptada a los adelantos modernos (luz, agua y tal), pero sus espacios son totalmente funcionales y sus materiales, orientación y diseño de soluciones, por ejemplo, la ventilación, son netamente superiores a la mayoría de casas actuales. Así que no serían tan tontos.
Pero dejemos el medioevo y volvamos a las películas. Mi conclusión es que el cine tiene contraída una responsabilidad social. Los guionistas y directores tienen que ser cuidadosos con los detalles (casi siempre cuesta lo mismo hacerlo bien que hacerlo mal), para que la peña, sobre todo nuestros infantes (e infantas), pueda construirse una mejor visión del mundo.





