Las tribulaciones de un marinero en tierra

#294 Vida simple

DOS CLAVES de la vida simple son tener menos cosas que gestionar y resistir un poco las fuerzas del sistema.

Poseer cosas está guay. Pero, cuando tenemos demasiadas, son las cosas las que nos acaban poseyendo. Es decir, que nos volvemos esclavos de nuestras posesiones materiales. Ser esclavos de otras personas está fatal (de hecho, está teóricamente prohibido), pero ser esclavos de los objetos es una tontería. Lo mejor es tender al minimalismo.

Las fuerzas del sistema, económicas y sociales, son múltiples y muy variadas, a veces explícitas y a veces sutiles. No estoy hablando de teorías de la conspiración. Simplemente que las empresas quieren que compremos sus productos (ropa, móviles, coches, etc.), las productoras quieren que escuchemos y veamos su música, series y películas, las líneas aéreas quieren que viajemos en sus aviones, las cadenas hoteleras quieren que nos alojemos en sus hoteles, los bares y restaurantes quieren que nos tomemos sus cafeses, sus cervezas y sus tapas, y todo así.

Y, sorpresón en Los Pajaritos, todo a cambio de nuestro dinero. Para conseguirlo, utilizan un montón de tácticas que aprovechan las debilidades del cerebro humano (fallos de diseño que, lamentablemente, cometió el Sumo Hacedor). Es decir, que debido a los fenómenos de la vanidad y la avaricia, muchos de estos actores no juegan limpio. Como no son agentes del todo independientes, sino que interaccionan, se realimentan y tal, dan lugar a un «sistema» (que, coloquialmente, podemos llamar capitalismo) en gran medida basado en el engaño.

En resumen, para una vida simple no hay que ser bichos raros que van radicalmente contra corriente, sino ser bichos raros que van discretamente contra corriente. Porque si hay algo imprescindible para la vida simple, es la discreción.


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