Las tribulaciones de un marinero en tierra

#287 Torrente (re)descubierto

NO ME refiero al casposo policía de la ficción cinematográfica, sino al escritor Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999). Hasta ahora solo había leído dos libros suyos: la novela Filomeno, a mi pesar, con la que ganó el Planeta de 1988, y Santiago de Rosalía Castro, unos  «apuntes sobre la vida en Compostela en tiempos de Rosalía Castro», es decir, una suerte de guía de viajes a la antigua usanza, que compré cuando estudiaba en la capital gallega, a la que vuelvo cada vez que puedo, dicho sea de paso.

Durante aquellos (fantásticos) años compostelanos descubrí a Álvaro Cunqueiro (1911-1981) y desde entonces sigue en el pódium de mis escritores favoritos en castellano, aunque también escribió muchísimo en gallego. Debo tener una ducia de cunqueiros en mi estantería. Precisamente ayer iba a buscar Un hombre que se parecía a Orestes, premio Nadal de 1968, cuando a su lado descubrí Dafne y ensueños, de Torrente. No recuerdo haberlo comprado (no practico el tsundoku, como dirían nuestros amigos del Japón), en algún momento debí traerlo de casa de mis padres.

No pude evitar echarle un vistazo, abriéndolo al azahar, y me quedé loco. Esús, Esús, Esús. ¡Qué bien escribía este tío! Hice el ejercicio de imaginar cómo expresar de otra forma lo que estaba leyendo, y me pareció insuperable. Aquí va un párrafo de ejemplo:

«La cuestión se ventiló en la merienda. La sirvieron en la mesa redonda, en la grande; sacaron el mantel de encajes y el mejor cristal del poco que se iba salvando, pero todavía alguna copa irisaba la luz y sonaba con algo de clavecín. Plata, ya no quedaba. Pusieron chocolate con picatostes, pero Dafne prefirió té, que también lo habían hecho para Pura, o más bien lo había hecho ella misma, que tenía buena mano. No hubo palabra fuerte, sino largas y reiteradas, con cierta firmeza por ambas partes y temibles barruntos de terquedad, pero se pudo acordar, al final, una transacción, tú la mitad, nosotros la otra, lo cual, naturalmente, no satisfizo a nadie. La abuela no se metió en nada, ni siquiera compareció, y yo creo que Las Niñas hubieran transigido a no ser por la distinción de Dafne, que las hacía sentirse un poco paletas, y se vengaron defendiendo lo que no valía la pena». 

He puesto Dafne y ensueños a la cola de libros por leer y he anotado en mi cuaderno Los gozos y las sombras y Don Juan. La primera es una trilogía que se popularizó gracias a la serie que emitió Televisión Española en 1982. La segunda era la novela favorita del propio Torrente, al menos hasta 1976, año en que se lo contó a Joaquín Soler Serrano en una entrevista que vi por YouTube. Alguna ventaja tenía que tener la modernidad.

Nota antisistema: He mencionado los premios literarios, igual que las fechas de nacimiento y muerte de los autores, por culturilla y por contextualizar, no porque me flipen especialmente. De hecho es al contrario, ya se sabe que la industria editorial es precisamente eso, una industria.


Deja un comentario