CUANDO yo era pequeño, los Lego eran bloques genéricos con los que construir lo que se te pasaba por la cabeza. Había algunas piezas especiales, como ruedas o ventanas, pero no eran demasiadas. Venían sin instrucciones; como mucho, uno podía inspirarse en los modelos que venían dibujados en las cajas.
Con los años, empezaron a aparecer modelos específicos, por ejemplo, coches de policía y helicópteros de salvamento. Estos kits venían cada vez con más piezas especiales y, lo peor, con instrucciones de montaje.
Ahora, bajo la tiranía mediática de la industria del cine y los videojuegos (siempre quise decir esto de la tiranía mediática y tal), Lego se ha dedicado a reproducir los elementos más populares de las susodichas industrias: desde el “Halcón Milenario”, que pilotaba Jansolo en la saga Star Wars (Guerra de las Galaxias), a la casa-piña de Bob Esponja, de la saga Bob Esponja, con piezas súper específicas y con un libro de instrucciones más tocho que una guía telefónica.
Ahora el objetivo es montar los modelos siguiendo las instrucciones y luego, supongo, jugar con ellos a la saga (mediática) correspondiente. Yo no digo que esté mal, los de Lego tienen sus expertos y sus cosas, y todo el derecho a orientar su negocio (es un negocio, claro) como crean oportuno. Solo digo que la creatividad a tomar por c… (con perdón).
Nota histórica:
Lego empezó fabricando muebles (¿coincidencia?, no lo creo) y luego juguetes de madera. Se pasó al plástico en los años 40.
Nota prehistórica:
En lo de la guía telefónica de papel se nota mi jurasicidad. Qué le vamos a hacer.
