HERODOTO escribió en el primer capítulo de sus Historias que los persas tenían la costumbre de discutir sus asuntos más importantes en estado de embriaguez. Si las decisiones que habían tomado les seguían pareciendo bien al día siguiente, una vez pasados los efectos de la borrachera, las adoptaban definitivamente. En caso contrario, las revocaban. Los persas no eran los únicos que tenían esta bonita costumbre. Según Tácito, los germanos antiguos tenían la misma forma de deliberar.
Ahora que estamos a punto de celebrar el año nuevo bebiendo como cosacos, me parece el momento oportuno para seguir el ejemplo de los germanos antiguos y los persas (también antiguos) y rescatar esta técnica ancestral, de cara a los propósitos de año nuevo. (Los fieles seguidores y seguidoras de palikes.com ya conocen mi predilección por los antiguos).
La idea sería no beber y ya, sino beber y dedicar unos minutos (de serena introspección) a decidir los propósitos de año nuevo. Si hay previsión de pérdida de memoria, se pueden apuntar en el móvil, recurso con el que no contaban nuestros amigos persas y germanos antiguos. Las notas de voz son bastante recomendables, por las risas y eso.
La hora de la verdad llega al día siguiente, tan pronto el cuerpo y/o la mente lo permitan (la clave es beber mucha agua, el alcohol deshidrata una barbaridad). Se trata de validar o desechar los propósitos decididos, ya sea tirando de la memoria o del móvil. Claro que si estuviéramos decidiendo sobre asuntos importantes, como los que ocupaban a los persas y germanos antiguos, la cosa tendría su dificultad (habría que ser un verdadero sabio). Pero como estamos hablando de propósitos de año nuevo, la decisión es indiferente: se incumplen en el cien por cien de los casos. O sea, es decir, que da igual.
Para este viaje no hacían falta estas alforjas, me dirán mis amables lectores y lectoras. Y tienen razón. Viene a ser como la forma de elegir el jefe en la aldea gala de Astérix (seguimos con los antiguos): organizaban una votación y cuando las urnas estaban llenas, las tiraban y el jefe se decidía con una lucha cuerpo a cuerpo entre los candidatos. Todo por las risas.
