Las tribulaciones de un marinero en tierra

#173 Meses naturales

UNO DE mis acontecimientos históricos favoritos es la Revolución Francesa. No como revolución política ni por lo de cortarle la cabeza a la gente, por supuesto, sino como (intento de) cambio radical de mentalidad.

Una de las iniciativas más curiosas de los revolucionarios fue la sustitución del calendario gregoriano por uno nuevo, el Calendario Republicano, según ellos más racional y ajeno a cualquier mistificación supersticiosa.

Además de inaugurar una nueva época histórica a partir de la fundación de la República, la «Era de los Franceses», establecieron que el año tendría doce meses de treinta días cada uno, seguido por cinco días festivos (seis en los años bisiestos), llamados «días complementarios». Cada mes estaba dividido en tres partes de diez días, llamadas «décadas», aboliéndose la semana de siete días de toda la vida.

Entonces surgió el problema de ponerles nombres a los meses y los días. Los revolucionarios más cuadriculados eran partidarios de utilizar simples ordinales (primero, segundo…), pero ciertamente era bastante aburrido. Optaron por ponerles nombres «políticos» y de «atributos de la industria y de la libertad»: mes de la república, de la unidad, de la fraternidad; día de la pica (que era el arma del hombre libre), día del cañón, etc. Pero no dejaba de ser un tanto sectario a los ojos de los más intelectualmente honestos. Tras varios e intensos debates en la Convención, triunfó la propuesta del diputado y poeta Fabre d’Églantine: utilizar nombres relacionados con la naturaleza (bichos y plantas) y las herramientas agrícolas, que eran las que proporcionaban riqueza a la nación.

Los meses se organizaron en cuatro grupos según las estaciones, y se les dieron nombres relacionados con tareas agrícolas y fenómenos meteorológicos (que hoy llamaríamos «adversos», así de tontos nos hemos vuelto). Eran los siguientes:

Otoño (comienzo del año):

  • Vendimiario (de vendimia).
  • Brumario (de bruma).
  • Frimario (de escarcha).

Invierno:

  • Nivoso (de nieve).
  • Pluvioso (de lluvia).
  • Ventoso (de viento).

Primavera:

  • Germinal (de semilla).
  • Floreal (de flor).
  • Pradial (de pradera).

Verano:

  • Mesidor (de cosecha).
  • Termidor (de caliente).
  • Fructidor (de fruto).

Los meses de cada grupo tenían la misma terminación (en francés), para que rimaran y la peña pudiera aprendérselos mejor. Lo tenían todo pensado. O casi, porque el asunto del día de descanso semanal no le hizo tanta gracia al pueblo llano: pasaban de uno cada siete días (el típico domingo) a uno cada diez días con las décadas de marras. Como solución, tuvieron que declarar festivo medio día del quinto día de cada década. Un lío del copón.

Para más inri, en seguida se les vino abajo la idea de convertir el Calendario Republicano en universal. No habían caído en la cuenta de que los nombres solo cuadraban con los ritmos de la naturaleza en la latitud del norte de Francia. Es uno de los inconvenientes de creerse el ombligo del mundo.

Pero aquí no acaba la cosa. Ni cortos ni perezosos, los revolucionarios decidieron que cada día del año debía tener un nombre, con la intención de que el pueblo llano dejara de usar el santoral. Así que se curraron trescientos sesenta nombres. Por ejemplo: uva, castaña, caballo, zanahoria… y así hasta trescientos sesenta. Una locura. Al pueblo llano no le apeteció aprendérselos y la propuesta durmió el sueño de los justos.

Ajenos a estos acontecimientos, los indígenas americanos (y del resto del redondeta) seguían a su bola… aunque empezaban a verle las orejas al lobo a cuenta del “inevitable hombre blanco”. Los lakota, como se llamaban a sí mismos los sioux occidentales, tenían un calendario bastante parecido al Calendario Republicano. Tenía doce meses (lunas), con nombres inspirados en la naturaleza:

  • Luna de la escarcha en el tipi (enero).
  • Luna de los terneros castaños (febrero).
  • Luna de los cegados por la nieve o de los ojos doloridos (marzo).
  • Luna de la aparición de la hierba roja (abril).
  • Luna en que los caballos mudan (mayo).
  • Luna de engordar los búfalos (junio).
  • Luna de las cerezas rojas (julio).
  • Luna de las cerezas negras (agosto).
  • Luna en que los terneros crían pelo (septiembre).
  • Luna de la estación cambiante (octubre).
  • Luna en que las hojas caen (noviembre).
  • Luna de los árboles crujientes (diciembre).

Los lakota eran una gente bastante razonable y con humildad cósmica: no se les ocurrió dar la brasa inventando un nombre para cada día, ni aspiraban a universalizar su calendario. Que se sepa.


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