ME DIVIERTE reorganizar mi biblioteca personal de vez en cuando. Suelo descubrir algún libro que no leí en su momento por cualquier causa y que ahora me apetece poner en mi tsundoku (ver palike #120). Me acaba de pasar con un libro que no sé de dónde salió, si lo compré yo o ya andaba por casa, pero me llevé una pequeña alegría. A ver si no se me han pasado las ganas cuando le llegue el turno: mi tsudoku es una cola FIFO (first in, first out), es decir, el último que llega lo pongo debajo de los demás.
También aprovecho para deshacerme de algún libro que estoy (casi) seguro de que no voy a volver a mirar jamás, que no me gustó nada o que nunca me ha interesado y se coló misteriosamente en mi biblioteca.
Pero lo que más me gusta es (re)descubrir libros que me encantaron en su momento y tenía casi olvidados. Además de (re)disfrutarlos, me sirve para saber cuánto y cómo he cambiado con el paso del tiempo. Gracias a mi costumbre de anotar en la primera página los datos de la compra (mes, año y ciudad), tengo una referencia fiable… que me demuestra lo débil y engañosa que es mi memoria. A veces tengo la noción de haber leído un libro hace poco y resulta que han pasado diez o quince años. (Esto se debe, ¡ay!, a la monotonía de la vida; este efecto puede observarse en cómo la pandemia del coronavirus se ha convertido en un hito para referenciar nuestros acontecimientos vitales de estos últimos años).
En varias ocasiones me he propuesto dejar de comprar libros y solo releer. Pero me cuesta. Y la verdad es que compro pocas novedades, lo que pasa es que siempre hay algún autor o libro revoloteando por ahí: me lo dice un amigo, lo escucho en un «posclas» o, muy habitual en mi caso, lo leo en otro libro. El problema de comprar libros (no digo «en papel», que la aclaración la hagan, si quieren, los del libro electrónico, que llegaron más tarde) es el espacio. Pero es un precio que estoy dispuesto a pagar (y mi biblioteca tampoco es tan grande).
Ahora estoy en plena faena de reorganización. La clasificación que voy a usar para agrupar los libros (no les pongo etiquetillas por estantería ni esas chorradas) es la siguiente: antropología, bicicleta, biografía, ciencias, cómic, ensayo, filosofía, historia, manualidades, mapas, narrativa en español, narrativa extranjera, viajes (guías) y viajes (literatura). Bueno, igual tengo que añadir alguna categoría más y, seguro, dejar una balda reservada para los que no encajen en ninguna. Con esto de organizar una biblioteca no hay que obsesionarse. Solo se trata de tener los libros más o menos localizados y divertirse de cuando en cuando recorriendo las estanterías.

