Las tribulaciones de un marinero en tierra

#155 Homo sapiens

EL SER humano tiene la manía de desobedecer a los dioses. También hay que decir que los dioses se las traen en lata. Que si no comas la fruta de este árbol, que si no abras esta caja (tinaja, en realidad), todo bajo la amenaza de un castigo absurdo y desproporcionado. Unos cabr#nes. Aunque, por decirlo todo, no sé qué les costaba a nuestros ancestros dejar en paz el p#to árbol y la p#ta tinaja de los coj#nes. La que han liado. Unos por cabr#nes y otros por gilip#llas.

Aparte de cabr#nes, los dioses son unos bromistas de cuidado. El más célebre es Yahvé. Cierto día, le dijo a Abrahám: «Abrahám, toma a tu único y querido hijo Isaac y ofrécemelo en sacrificio». Abrahám, ni corto ni perezoso, preparó un altar, ató a Isaac y lo puso encima. Cuando cogió el cuchillo para cargarse al chaval, un ángel descendió del cielo (¿de dónde si no?) y le gritó que se detuviese, que solo era una prueba del bueno de Yahvé. Abrahám y, sobre todo, Isaac se partieron la caja con la bromita. Qué cachondo, Yahvé. Tu p#ta madre. De esta famosa broma viene el concepto de «la gracia de Dios». Y, si quieren sorprenderse aún más, busquen el significado del nombre Isaac. (Epílogo de esta simpática broma: una vez pasado el susto, Isaac no le guardó rencor a su padre. Al fin y al cabo, Abrahám tenía 160 años).

Desde aquellos tiempos remotos, los dioses no han parado de descoj#narse de vernos hacer el indio (es solo una expresión, que me perdonen los indios). En primer lugar, porque caímos en la trampa como pardillos. Comimos la p#ta fruta y abrimos la p#ta tinaja. Como consecuencia, la Arcadia a tomar por culo. Desde entonces estamos matándonos entre nosotros, liquidando a todo bicho y planta viviente, y envenenando el redondeta (ver palike #119). Las maldiciones de los dioses no son moco de pavo.

En segundo lugar, para más inri, somos gilip#llas de forma intrínseca. Precisamente por hacer gilip#lleces. Una de las más grandes es haber inventado una especie de «sistema» o «método», no sé muy bien como calificarlo, llamado «capitalismo». También podría ser una ideología o una religión, pues tiene sus pretorianos, sus acólitos y sus sagrados principios que justifican cualquier violencia. Se parece a un monstruo voraz e insensato: pretende crecer indefinidamente en un redondeta finito. Pero su característica más temible es la irreversibilidad. Alguien dijo que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.

En resumen, que entre las maldiciones de los dioses y nuestra propia gilip#llez, no paramos de hacernos p#tadas unos a otros por simple deporte. En lugar de llevarnos bien y ser felices, todo el día dando por saco. Así somos. Lo más curioso es que nos autodenominamos Homo sapiens. Me parto y me mondo.


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