SI ALGO se puede hacer mejor, hay que intentar hacerlo mejor. La cortesía con los demás, la pulcritud en lo que hacemos (en casa o en el curro), la puntualidad, el saber estar, el respeto al conversar, el cuidado personal, la atención, el sentido del humor, la deportividad (saber perder y saber ganar), el ejercicio físico… deben conformar una disciplina personal que hay que intentar seguir para ser mejores personas y resultar más agradables a los demás. La disciplina, aunque parezca contradictorio, también es la vía para ser más libres.
Pero cuidado con caer en el perfeccionismo, que, como todos los ismos, es destructivo. Nunca hay que olvidar que lo perfecto es enemigo de lo bueno. La perfección no es la meta, es el camino.
El mejor ejemplo es el río que fluye, dando de beber a animales y plantas, sin pedir nada a cambio. Simplemente fluyendo.
