LA TEORÍA clásica sobre el origen del nombre “Islas Canarias” es que en ellas había perros (canes). Y no perrillos del montón, sino perracos grandes tipo mastín. Si realmente existieron, no serían autóctonos, sino importados en época reciente, porque la fauna de las islas pequeñas tiende más al enanismo que a lo contrario.
Esta teoría, por lo visto, viene de Plinio (el viejo) y está tan arraigada que en el escudo oficial de la comunidad autónoma aparecen dos de estos perros rampantes.
Para mí, con el permiso del viejo Plinio, esto no tiene demasiada lógica.
Me imagino a los primeros navegantes que recalaron en las islas. Fondearían a varias yardas de una playa llena de bulliciosas focas monje o lobos marinos. Desde la distancia, a los marinos les parecerían ladridos de perro. Esta hipótesis es tan verosímil, que existe la Isla de Lobos entre Lanzarote y Fuerteventura.
Así que el nombre correcto debería ser Islas Focarias. Gran Canaria debería llamarse Gran Focaria y todo así: Comunidad Autónoma de Focarias, Servicio Focario de la Salud, Diócesis Focariense, etc.
Propongo que se lleve a cabo de forma inmediata este cambio de nombre, en aras del rigor histórico. Al principio suena raro, pero todo es acostumbrarse.
