EL JOVENZUELO ha finalizado el bachillerato y el año que viene irá a la universidad. Ya ha decidido que quiere estudiar la carrera de historia.
La madre del jovenzuelo tiene un cuñado que tiene una amiga que es catedrática de historia en una prestigiosa universidad. Con un entusiasmo digno de mejor causa, le pide a su cuñado que organice un encuentro para que la catedrática oriente al jovenzuelo. Todos, cuñado, jovenzuelo, padres del jovenzuelo y catedrática, quedan en una cafetería del centro de la ciudad. Un plan sin fisuras. ¿Qué podría salir mal?
El jovenzuelo no ha cumplido los dieciocho y la catedrática pasa de los sesenta y cinco.
El comienzo de la reunión es cordial. La catedrática le da (buenos) consejos al jovenzuelo sobre la universidad en general. Pero el jovenzuelo está más interesado en la materia que en la vida universitaria; le pregunta a la catedrática sobre los cazadores recolectores del paleolítico (tiene la peregrina teoría de que vivían mejor y eran más felices que nosotros). La respuesta de la catedrática no le convence y contraargumenta con cierto énfasis. Se palpa en el ambiente que no hay conexión. La madre del jovenzuelo se revuelve inquieta en su silla. La catedrática no da crédito ante el atrevimiento del jovenzuelo. Tiene claro que ella es la autoridad y repite su respuesta. El jovenzuelo replica bordeando la mala educación.
El padre del jovenzuelo intenta rebajar la tensión diciendo una chorrada: que su época favorita es la Edad Media. La catedrática responde que qué horror y qué oscurantismo.
El jovenzuelo vuelve a la carga con el paleolítico y la catedrática explica que no se puede caer en el “presentismo” y que nuestros paleo-ancestros, pobrecillos, ¿cómo iban a vivir mejor que nosotros si no podían leer a Aristóteles?
El jovenzuelo no se rinde. Arranca diciendo que el ser humano, como el resto de animales… pero la catedrática lo interrumpe: afirma categóricamente que el ser humano no es un animal y diserta sobre el “proceso de hominización”.
El jovenzuelo se exalta. Pierde los papeles y la educación. Dice que pensar que el ser humano no es una especie animal es una tontería (sic) tan grande como que la tierra es plana.
El padre del jovenzuelo lo fulmina con la mirada y éste pide perdón. Pero ya es tarde. La catedrática está estupefacta: un niñato mindundi le ha dicho en el careto que ella, que es Catedrática, dice tonterías. Está claro que la reunión ha terminado. La madre del jovenzuelo no sabe dónde meterse. Tierra trágame. Acompaña a la catedrática a la salida mientras se deshace en disculpas.
Lección para el jovenzuelo:
Hay que ser humilde y no se pueden perder las formas nunca ni con nadie. Pero menos con una persona de más edad, que acabas de conocer, que te ha dedicado su tiempo, con más formación y trayectoria. Aunque sus opiniones te parezcan mainstream o diga que la tierra es plana.
Lección para la catedrática:
Ninguna. Ha confirmado que el mundo está plagado de imbéciles y esto se va a la mierda, Jesús, Jesús, Jesús.
Epílogo:
El padre y el cuñado (tío del jovenzuelo) se van al bar más próximo.
